Estaba escribiendo un precioso post, cuando me he dado cuenta que mi pez, bautizado por mi marido como Jose Carlos, había muerto. Lo que hace mi incultura al respecto, metí en su pecera unas preciosas piedras negras traídas de las maravillosas playas del Algarve portugués, y ha sido eso, mi vena decorativa, lo que ha terminado con mi pez de agua dulce.
Así que no me ha quedado más remedio que dejar lo que estaba haciendo para ir a la tienda con mis hijas y traerme dos nuevos peces. A ellas les ha parecido bien el cambio, yo sin embargo había cogido cariño a Jose Carlos, ¡descanse en paz!.
Mañana más…