Laura Killam Architecture

Estoy en un punto muerto en cuanto a decoración se refiere, no tengo claro qué quiero para el blog y lo que es peor aún, tampoco para mi nueva casa. Ahora mismo me da la impresión de que todo lo que veo es prácticamente igual y aunque, lo que publico por aquí me gusta, empieza a parecerme repetitivo ¿es mi percepción o estoy en lo cierto?

Os habréis dado cuenta de que estoy en un momento donde lo que más me atrae son los espacios que me trasladan a la naturaleza y me trasmitan paz, donde los materiales como la madera, la piedra o el hierro son un «must». Intento buscar casas que, aunque tengan este punto en común, también contengan algún elemento sorpresa, algo diferenciador, por pequeño que sea. Si algo no me gustaría es aburriros con casas cortadas por el mismo patrón. Reconozco que hubo un tiempo donde era más ecléctica, quizás más divertida o atrevida ¿será la edad? :-)

Y esto también se refleja en mi vida personal. Acabo de mudarme de casa y está completamente anodina, sin alma. No me preocupa porque sólo llevo un mes aquí, así que es normal que aún no esté montada como quisiera, pero el problema es que no tengo claro lo que quiero ahora mismo. Intento tomar distancia porque, como digo siempre, para convertir una casa en hogar hay que vivirla, ella misma se encargará de pedirme lo que necesito.

Y todo este rollo para presentar la casa de hoy que, si bien no es igual que la de la semana pasada o las anteriores, sí comparten muchas cosas en común. Si estáis hasta el «moño» de este tipo de casas, por favor hacédmelo saber y me pongo a buscar otras más divertidas.

Nos encontramos en una finca en la costa de Vancouver, una zona muy frecuentada por los canadienses para pasar la temporada estival. Sobre un acantilado, posee bonitas vistas al mar y, además, se encuentra rodeada por una vasta extensión de naturaleza salvaje.

El cliente, tras acampar en la zona durante una temporada, decidió acudir al estudio de arquitectura de Laura Killamar y a la diseñadora Sophie Burke, para dar vida a este rancho familiar. La condición era levantar una vivienda acogedora pero informal, con posibilidades de hacer vida al aire libre, por lo que interior y exterior debían estar perfectamente conectados.

El proyecto se estructuró en forma de «L». Por un lado, se encuentra la casa cuyas habitaciones, todas, tienen salida al exterior. Y por otra, un módulo tipo granero que se usa como espacio multiusos. Incluso podemos encontrar una zona de baño y ducha al aire libre, nada como esto para sentir la comunión con la naturaleza.

Tanto los techos como las paredes de ambos edificios están revestidos con tablas de cedro. En su parte interior, estas tablas se tiñeron de un tono más grisáceo para apaciguar el sol directo que entra por los ventanales. Esto, junto a un mobiliario cálido y rustico, evoca la sensación de vivir en una granja. Una paleta inspirada en un entorno que, en su día, fue un prado para ganado.

Fotografía: Andrew Latreille

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