Cristina Carulla

En un rincón del Baix Empordà, en el pequeño pueblo medieval de Cruïlles, la interiorista Cristina Carulla ha transformado una masía tradicional en un refugio. Este proyecto no solo respeta las raíces históricas de la construcción, sino que también refleja una visión contemporánea y emocional del diseño, que prioriza la sostenibilidad, la conexión personal y el arte.

Con una estructura principal de 500 metros cuadrados distribuidos en tres plantas, la masía cuenta con tres dormitorios, un salón, cocina y un altillo convertido en mirador. Además, en el jardín de 300 metros cuadrados se encuentra la casa de invitados, antiguamente un pajar, que ahora ofrece dos pisos con dormitorio, baño y salón. Pegada a una muralla del siglo XII, la casa combina historia y modernidad en perfecta armonía.

La reforma de esta masía no estuvo exenta de retos. En una región donde predominan las casas de estilo tradicional, Cristina quiso romper moldes apostando por un diseño contemporáneo sin abandonar los materiales y técnicas locales. Así, utilizó cerámicas recuperadas para los baños y la cocina, suelos de barro cocido, y piedras sobrantes de la muralla medieval para las aperturas de la fachada. La decoración interior refuerza esta conexión con la naturaleza y lo artesanal, con muebles de madera maciza de fresno y roble, alfombras de yute, lámparas de mimbre y textiles naturales como lino y piel.

Pero el alma de esta casa reside en el arte, cuidadosamente seleccionado para reflejar los momentos y emociones más significativos de su propietaria. Obras de artistas como Robbie Whitehead, Marria Pratts, Nacho Alegre, Jorge Castillo y Joan Ponç adornan las paredes y convierten los espacios en una expresión de la vida personal de Cristina. Para ella, el arte es el elemento que más habla de quienes habitan una casa, y en este caso, cada pieza tiene un significado especial.

Cristina buscaba un hogar donde pudiera desconectar del ritmo vertiginoso de la ciudad y disfrutar de una vida más pausada con sus hijos y amigos. Ese propósito se materializó en cada detalle, desde la luz natural que inunda las estancias hasta la privacidad y el silencio del entorno, interrumpido solo por el repique de las campanas de la iglesia de Santa Eulàlia.

El salón principal, con vistas a un patio amurallado lleno de plantas, se ha convertido en el rincón favorito de Cristina: un espacio íntimo, tranquilo y perfecto para la contemplación.

La masía de Cristina Carulla es mucho más que una casa: es un lugar para encontrarse, para disfrutar del arte, del silencio y del tiempo.

Fotografía: Nacho Alegre y Cristina Carulla Studio

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