Y digo yo, ¿sería capaz de dedicarme a buscar piezas especiales por todo el mundo para luego venderlas? A priori sí claro, debe satisfacer mucho encontrarlas pero a su vez, seguro que sientes un gran vacío al verlas marchar, no sé, en mi caso posiblemente me costaría mucho desprenderme de ellas. Y no es por una cuestión de egoísmo, sigo viendo la decoración como arte, así que más bien me iría el papel de coleccionista. Pero como no es el caso y la lotería parece que se me resiste, me consolaré pensando que si toda mi casa estuviera repleta de maravillas, acabaría por difuminarse el concepto de perfección. Me conformaría con una… o quizás dos, una de estas piezas de Raquel Copado y una escultura de su hermana Olga.
Qué buenos genes…