Atelier du Pont
Soy una persona nerviosa y, por tanto, hay colores que no usaría en decoración ya que tienen la propiedad de activarte en lugar de transmitir calma, como es en este caso el amarillo, el naranja o el rojo. Aún así, me gusta encontrar viviendas que se atreven con estos tonos y me sacan de mi zona de confort, siempre me resultan inspiradoras y creativas.
Atelier du Pont, en colaboración con ARU Arquitectura, consiguieron transformar una ruina del siglo XIX y un granero de piedra, convirtiéndolos en una casa de campo de 300 metros cuadrados con cuatro habitaciones, una singular cocina y una piscina que es todo un oasis.
Anne-Cécile Comar, cofundadora del estudio, comenta que los propietarios querían una casa que sirviera como punto de encuentro entre madre e hija. Además, les dieron carta blanca para imaginar el concepto interior y los diferentes ambientes en consonancia con el espíritu del lugar, Menorca.
El estilo de la casa respeta los códigos de diseño tradicionales de las casas isleñas, pero con un toque moderno y fresco. Se mantuvieron elementos arquitectónicos históricos, como los arcos y las fachadas de piedra y se incorporaron materiales locales en su restauración. La piedra seca y los acabados de cal están presentes en toda la vivienda, pero con una estética más contemporánea, como se puede ver en las puertas con forma de arco, los distintos niveles en suelos o los bancos de mampostería.
Lo más llamativo de esta casa es sin duda la cocina, cuenta con más de 3.000 baldosas amarillas hechas a mano. La idea de usar este color tan impactante está inspirada en una de las antiguas habitaciones, cuyo techo también era amarillo, pero para la cocina decidieron añadir un punto más de brillo e intensidad de tal forma que, contrastará con el resto de colores y materiales más tradicionales que visten el resto de la estancia.
Para el salón eligieron una espectacular mesa de centro de la firma menorquina Gavila, dos maravillosos sillones de cuerda diseño de Audoux-Minet (por la módica cantidad de 6.200€ cada uno) y dos cuadros con mucha personalidad de Jacques Soisson.
Las puertas pivotantes del salón con forma de arco están revestidas con madera de Iroko sin tratar, también de Gavila, desde donde se puede contemplar el bonito entorno de la finca.
En el baño también se ha incorporado un color vibrante, me refiero al espejo circular en cerámica roja de los años 70 de Dorian, que contrasta con elementos más naturales y tradicionales como son los azulejos portugueses de New Terracotta, la grifería empotrada en latón de Studio Ore, o el lavabo de piedra de Daigo Mallorca.
En el dormitorio principal encontramos un espectacular cabecero tapizado a medida por Cañadas Murúa, combinado con una funda nórdica de lino en color calabaza de La Redoute. A modo de mesilla una silla de Dorian Menorca y como fuente de luz, un aplique realizado con una baldosa de terracota.
Como broche final, la zona exterior con una gran piscina de aguas cristalinas, zona de estar y comedor. Las sillas vintage son de Can Sab y banco de Alcolea & Krauss.
Si observáis hay algo muy curioso en la fachada exterior. En lugar de las típicas canaletas, se ha recurrido a la utilización de tejas que discurren en ángulo por la pared conduciendo el agua de lluvia desde el tejado hasta el suelo. Algo que no había visto jamás y tiene su aquél.
¿Os atreveríais con estos colores tan intensos o como yo, sois de tonos más relajantes?


















Fotografía: María Missaglia para Est Mgz
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