Un bungalow en el campo…

Quizás últimamente se me ve un poco el plumero con el tipo de casas que publico, el campo o el mar siempre son los protagonistas. Mi subconsciente claramente me está pidiendo vacaciones y desconexión. Creo que parte de la culpa es lo poco que hemos ido este año los fines de semana al pueblo, estoy ansiosa por disfrutar de mis amados pinares sorianos y por qué no decirlo, también de mi semana en Portugal (aunque para esto último queda mucho más).

Pues aquí os traigo otra de esas casas de campo que tanto me gustan. Tengo que hacerme mirar también mi obsesión por las grandes islas de cocina, para lo que no tengo explicación :-)

Se trata de un proyecto de Larson and Paul Architects. La vivienda era un pequeño y oscuro bungalow de 1940, el arquitecto sustituyó los antiguos porches construyendo tres ampliaciones a los lados, uno contiene la nueva cocina, otro un porche cubierto que sirve como entrada principal y un tercero que contiene el dormitorio en la primera planta y el salón debajo, dejando una de las cuatro paredes en cristal para poder admirar las vistas al estanque.

Del diseño de interiores se encargó Selina van der Gest, su misión era restar frialdad a una casa dominada por el color blanco, el negro y marrón (presente en muchos muebles). Para ello utilizó kilims turcos, agregó puertas correderas de granero en el despacho y en el baño principal dando a la vivienda un toque «country-industrial», también puso herrajes de hierro forjado en todas las puertas interiores, entre otras cosas.

La propietaria de la vivienda desde su infancia había convivido con piezas icónicas que atesoraba su abuela, como un sofá de Knoll, la mesa de Saarinen con sus sillas Tulip, un sillón de los Eames,… Y aún no perteneciendo al mundo de la decoración, nunca perdió el interés por el diseño moderno de mediados de siglo acumulando una gran colección de piezas de artistas como Hans Wegner, Isamu Noguchi o George Nelson. Tenía que buscar un lugar donde todo ello pudiera brillar con luz propia y tenía claro que no sería en un piso de Manhattan, necesitaba un escenario a la altura de las circunstancias. El otro motivo era rodearse de naturaleza, escapar de la gran ciudad de Nueva York y poder disfrutar del campo.

Si queréis leer el reportaje completo con la historia de la vivienda y su propietaria, podéis hacerlo pinchando en este enlace del New York Times.

Como veréis la casa no tiene desperdicio, quizás os pase como a mí y cuando lleguéis a la isla de la cocina soltéis un suspiro…

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