Diseño vs funcionalidad…

Ahora ya sí, inmersa en mis rutinas, vuelvo a los posts con contenido de decoración. Me ha costado la mitad de septiembre coger el ritmo normal, eso me pasa por postponer tareas y dejar las cosas para el último momento. No suelo ser así, pero entre la pereza de las vacaciones y, sobre todo, el momento vital en el que me encuentro, sencillamente es lo que ha sucedido. Por suerte me he puesto las pilas al llegar y parece que mi actitud está cambiando, espero que este inicio de curso que está siendo productivo, pueda mantenerlo en el tiempo. De hecho, tengo pensado algunos cambios para esta temporada, cambios que aún he de darles forma, ideas que rondan mi cabeza para ofrecer mis servicios de decoración de una forma más rápida y democrática (como diría el gigante sueco), pero esto ya os lo contaré más adelante cuando tenga las ideas más «masticadas».

Cambiando de tema y respecto a la vivienda que hoy nos ocupa, andaba yo fascinada con este, cuanto menos, curioso piso, hasta que me he percatado que quizás no todo vale en cuanto a diseño y arquitectura se refiere. Precisamente lo que más había llamado mi atención, esas escultóricas escaleras en acero, en un precioso tono azul que destacan sobre un lienzo neutro, me ha hecho replantearme la seguridad de las mismas. Viendo las imágenes una y otra vez, me he dado cuenta de la altura de los peldaños, luego he pensado en personas como yo (que últimamente además de no ver ni castaña, pierdo el equilibrio y vivo más a ras del suelo que de pie). ¿Podéis imaginar una caída desde la escalera contra la base de la chimenea de cemento que se encuentra justo debajo? ¡Auchhhh! ¿Todo vale para conseguir un diseño bonito? Quizás una distancia menor entre los peldaños o mejor aún, un pasamanos, evitaría este problema ¿no?. Menos elegante, quizás…, más seguro, por supuesto.

Independientemente de este punto, que para mí sería un cambio sin duda, al resto del piso no le pongo ningún «pero». No es una casa convencional, se trata de la vivienda de un director de cine cuya intención era albergar a 10 o 12 personas para poder convivir a la vez que trabajar, a modo de «campamento creativo», una manera de tener a su gente reunida en todo momento para hacer reuniones, «brainstorming», presentaciones, etc.

Muchas de las cosas que aquí se hicieron fue pensando en esta idea precisamente. Una enorme mesa de comedor frente a la chimenea, y a la vuelta la cocina, múltiples sitios donde tumbarse y relajarse para compartir ideas, dormitorios convencionales, en literas o en altillos, puertas correderas que conectan exterior e interior, todo con el fin de que la comunicación fuera lo más fluida posible.

Todo el trabajo de construcción se realizó a distancia durante la pandemia, tras ella, sólo quedó determinar cómo amueblar y colocar los accesorios para que cada espacio pudiera ser aprovechado de la mejor manera posible. Así, encontramos muebles sencillos, muchos los reconozco de la firma Ikea, cestos y almacenaje dispuestos por toda la vivienda para mantener el orden (fundamental cuando convive tanta gente), por supuesto las notas de arte no pueden faltar en un espacio creativo y nada de saturar los ambientes, precisamente porque la comunicación ha de ser fluida.

¿Qué pensáis de esta vivienda / estudio? ¿Cambiaríais algo o la dejaríais tal cuál?

Fotografía: Matej Hakar / @matejhakar Para: Dwell

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Un proyecto de Jessica Bataille

La casa de hoy, aunque alegre, refleja muy bien el hartazgo que tengo, mis ganas de viajar, de hacerme una escapada con mis amigas o con mi marido. Ahora mismo, tengo una amiga enviándonos fotos desde Málaga, se ha ido sola a meditar, a descansar, desconectar, esta pandemia nos ha dejado tocados a todos. El caso es que nos manda fotos desde donde solemos hacer la escapada anual de chicas y me corroe la envidia sana, si pudiera cogería el AVE y me iría con ella ahora mismo. Ayer recibí la primera vacuna de Pfizer , así que me toca esperar otros 21 días para la inmunidad total y luego, a que lleguen vacaciones. ¡Madre mía, no veo el momento!

La casa de campo que os traigo hoy, también ha sido destino de otra de nuestras escapadas de chicas, Alicante. Todo son mensajes subliminales, igual es que debería irme de viaje ya ;-)

Es un proyecto de la interiorista Jessica Bataille, que ha sabido respetar a la perfección el encanto de esta finca de doscientos años. Se han dejado vistos los gruesos muros de piedra, mientras otras paredes en cambio, han sido encaladas. Con la decoración se ha jugado a la mezcla, sobre todo de culturas, encontramos antigüedades europeas, piezas de origen oriental, múltiples texturas y ricas telas en seda, lino o terciopelo, jugando además con el color. Una mezcla explosiva y divertida que tras cruzar el umbral de la puerta, te da «buen rollo».

La vegetación es obra del centro de paisajismo Montgo Verd que consiguieron con plantas autóctonas darle el carácter mediterráneo que la casa necesitaba. Obviamente el olivo centenario, se convirtió en el protagonista indiscutible del jardín.

Entrando a la casa (por la puerta principal que es la original, es decir tiene 200 años), pasamos a un salón que lejos de parecer pesado por las paredes de piedra, se ha aligerado gracias a las telas. En concreto las cortinas, de seda de seda salvaje de Designers Guild, relajan bastante el ambiente. La chaise longue antigua del Mercado de las Pulgas de París, es una pieza para la que no tengo palabras, un WOW en toda regla, que además combina con las cortinas, las alfombras y demás detalles en rosa. Los cojines del suelo son de Marruecos, al igual que la alfombra y la mesita auxiliar, el sofá es de Ascensión Latorre tapizado también con terciopelo de Designers Guild. Y como colofón, Jessica Bataille ha introducido un armario indio en color verde de su showroom, todas las piezas a pesar de sus distintas procedencias o colores, conviven como si tal cosa en una antigua casa de labranza.

En la cocina se optó por pintar todo de blanco, incluidas las vigas vistas del techo. En el centro se puso una mesa de hierro y madera con sillas de formas y colores diferentes, adquiridas en mercadillos, esto le da un carácter más informal y campestre a la cocina. Bajo la mesa, una alfombra vinílica, delimita el espacio. El aparador ya se encontraba en la casa por lo que se pintó de blanco y verde para aprovecharlo.

El dormitorio vuelve a estar vestido con textiles de Designers Guild. Como decoración destaca el espejo del Siglo XVIII adquirido en un anticuario en Ámsterdam y dos banquetas antiguas a los pies de la cama. Particularmente me sobra la foto de Kate Moss, no sé si porque es algo que tengo muy visto o porque en esta casa con tantas piezas tan especiales, no me la esperaba.

El baño se ha resuelto de obra, la bañera está revestida con microcemento y los lavamanos son antiguos, para ellos se ha realizado un mueble hecho a medida con lamas de madera. Nada más verlo me ha transportado a Marruecos.

Incluso el exterior sigue una misma línea, la piscina es de nueva construcción pero no lo parece. Se llena a través de una fuente con caños, a modo de alberca. ¿Lo qué daría yo por estar allí ahora mismo?

Fotografía: Rafael Diéguez para Elle Decor

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