Tal y como os prometí la semana pasada, y saltándome la temática de mi blog, os voy a enseñar una pequeña parte de mi viaje a Laponia, sin duda una de las experiencias más bonitas de mi vida. Lo más difícil es transmitir las sensaciones, perdonad si no estoy a la altura, pero creo que por mucho que os describa las situaciones es una experiencia que hay que vivir y sentir.
Para hacerlo fácil os iré contando a través de las imágenes, no son todas pero supongo que os haréis una idea general. Así que aquí empieza el viaje…
Un primer contacto con nuestro destino Rukan Salonki Chalets



Mis hijas en la puerta de nuestra cabaña.

Pertrechados con el atuendo adecuado salimos a disfrutar de la nieve



Nuestra primera actividad, pesca en un lago helado. La dura tarea de taladrar el hielo se la dejé a mi marido…



Mi hija pequeña se afana en pescar…

La mayor también…

Pero es Sami, el experto pescador el que con redes, se lleva todo el pescado.

Tras la pesca, juegos de curling y karts sobre hielo. Mi marido quedó segundo, ahí le podéis ver flamante en el pódium.

De vuelta a las cabañas, a cenar (en trineo que llegamos antes).


Este «pequeño muñeco de nieve» te da la bienvenida a la entrada del restaurante.

El segundo día, Susi nos explica cómo llevar un trineo tirado por perros husky. Este hombre ha conseguido poco a poco llegar a tener una granja con más de 200 perros perfectamente entrenados, un esfuerzo digno de elogio.
Como experiencia, la mejor, sensación de libertad plena. Ahora, no es sencillo, hay que estar bastante concentrado e impresiona la fuerza de estos animales que lo único que quieren es correr, mantenerlos frenados es harto complicado.



Ahí están los perros alineados y esperando para correr. Obviamente y por motivos de seguridad, no hay imágenes conduciendo estos trineos.

El merecido abrazo a los perros vino después, hicieron un gran trabajo…


Y llegamos a lo más esperado por los niños. Visitamos la casa de vacaciones de Papa Noel (Joulupukki en finlandés), este pobre anciano de 300 años (mi hija le preguntó la edad) y su mujer no podían esperar que una sentimental como yo, se lanzara a sus brazos (algo que debe ser bastante típico en los niños pero no tanto en los padres, creo que me salió mi vena infantil).

Los cuatro con Joulupukki

Un detalle de esta granja del siglo XVIII, el precioso horno donde los niños tostaron las galletas que hicieron con Papá y Mamá Noel.




Papá Noel ayuda a Alex a amasar con el rodillo…

Marta se llena de harina demostrando su buen hacer…

De vuelta a nuestra cabaña, un poco de descanso antes de ir a cenar. Y unas pocas fotos para enseñaros qué maravilla de sitio.
El salón…

La cocina…


Para dejar la ropa y botas de nieve.

Al día siguiente nos preparan para llevar motos de nieve.

Conduje y volví sana y salva…


Los niños son arrastrados por las motos en estos trineos, bien calentitos con sus mantas.


Con las motos llegamos a una granja de renos y montamos en trineos tirados por estos simpáticos animales.


El descanso de los «guerreros». Nos daban de comer casi cada dos horas, hambre lo que se dice hambre, no hemos pasado.

Y por la tarde, esquí nórdico (o lo que es lo mismo esquí de fondo).

Ayer por la mañana, aprovechado las últimas horas, nos tiramos por las rampas de nieve…


Visitamos la casa de hielo…





Últimas horas de juego.

Ah! aunque no lo he puesto hicimos algo más, había que probarlo todo, sauna finlandesa y posterior revolcón en la nieve. Comprenderéis que este documento gráfico no os lo muestre por privacidad.
Y hasta aquí esta experiencia única que difícilmente podré repetir pero que quedará grabada en mi mente para siempre.
¡Hasta siempre Laponia!
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